Política de emociones versus política del relato

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Alfonso José Blanco Ruiz


Experto en Comunicación y Marketing Político


Para los que nos gusta la comunicación política, hemos podido disfrutar de un par de meses frenéticos enAndalucía. Arrancamos con un proceso de primarias para nombrar al futuro candidato del PSOE a serpresident@ de la Junta, en principio para la siguiente legislatura, y sesenta días después ya tenemosnueva jefa del ejecutivo. En las últimas tres semanas hemos asistido a tres discursos importantes de laactual presidenta, primero ante el comité director del partido, luego en sesión parlamentaria, y por último latoma de posesión el pasado sábado.


Dentro de la comunicación política son dos las principales ramas o vertientes que se encuentranenfrentadas. Por un lado tenemos a los que, como el asesor político del Partido Demócrata norteamericanoStanley Greenberg, defienden que el relato y la narración es la llave de todo o, dicho de otra forma, el quecuente mejor la historia, gana. Y por otro lado encontramos a quienes, como Michael Tomasky, defiendenmás un uso emocional del lenguaje.


Diversos estudios relacionan los estilos cognitivos con las visiones políticas. De este modo, mientras losprogresistas se muestran más tolerantes con la ambigüedad y la complejidad, los conservadores tienden abuscar la coherencia y el orden. La diferencia entre una y otra teoría no es una mera confrontación deimpresiones. En función de qué estrategia se decida llevar a cabo, eso implicaría una forma diferente deactuar en cualquier partido político. Si la estrategia fuese primar la narración, el partido ha de centrarse en elcandidato, mientras que si un grupo político se decantase por el uso emocional del mensaje, tendría devolcar toda su estrategia en los receptores del mensaje.


Históricamente la diferencia entre izquierda/derecha, progresistas/conservadores o entrepolíticos/tecnócratas ha estado, entre otros aspectos, en modelos de comunicación. Con la actual situacióneconómica y social, el relato es la muerte, no sólo de la comunicación política, sino que puede ser la muertedefinitiva del interés político de los votantes. Frente al relato han de estar los proyectos. Comparto lareflexión de Javier Redondo que frente al pedagogo político se sitúa el seductor mediático basado en laquímica, en el feeling. El desprestigio de la política es tal que los ciudadanos se han convertido en seresinmunes a la elocuencia, por lo tanto desprecian los relatos, y más aún esos discursos llenos de referenciashistóricas a un pasado mal gestionado que nos ha llevado a esta situación.


Se necesita una nueva gobernabilidad democrática y progresista. La mayoría de los habitantes piensan queestamos en una nación que va camino del suicidio por culpa de una clase dirigente que no es capaz deescuchar las necesidades de sus representados. Estamos en un periodo donde no vale la narración, loslíderes han de escuchar primero, si quieren volver a ser escuchados. Porque vivimos en una coyuntura en laque la ciudadanía tiene más incertidumbres que certezas, ya no sobre su futuro, sino incluso sobre supresente, y lo que necesita, más que adoctrinamiento, es conversar. En resumen, hablar y ser escuchado, altiempo que necesitan oír de sus dirigentes palabras que generen estímulos sensoriales que puedan hacercambiar el actual estado de ánimo; tender puentes emocionales y sensoriales entre la clase dirigente y elpueblo al que representan.


Para un gobierno de derecha, conservador y/o tecnócrata, la bajada del desempleo que se produjo elpasado mes es el mejor dato desde comienzos de siglo, siendo el único mes de agosto de los últimos treceen bajar el número de parados, con un crecimiento del PIB del 4,1% y con una caída del desempleo de másde 340.000 personas. Para un gobierno progresista, el mes de agosto finalizó con una caída del paro en 31personas. A ese mejor dato desde el año 2000, si escribiésemos el nombre y apellido de esos 31afortunados, uno debajo del otro, ocuparía la mitad de espacio que este simple artículo de opinión. DijoFelipe González hace unos años: "Para liderar el cambio es imprescindible hacerse cargo del estado deánimo de los otros". Y el estado de ánimo de este país no es el de la situación anímica de los 31 que hanencontrado trabajo, sino de los 4.698.783 que, además de soñar con un futuro no muy lejano en el quepuedan ser contratados, se conformarían con que alguien, en el presente, les devolviesen la ilusión.


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