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La política como desconfianza

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Juan Antonio Molina


Presidente de la Unión de Escritores Progresistas


La verdad existe, sólo la mentira es una invención; por ello, los que no quieren ser vencidos por la verdad, son vencidos por el error. Hoy España padece esa decadencia donde el error es la consecuencia de imponer una realidad oficial ajena a aquellos intersticios donde, fuera de los frontones institucionales, fermentan las creencias, reprobaciones y uso sociales. En realidad, asistimos a una privatización generalizada de todos los ámbitos donde el civismo o el demos pudiera tener algún protagonismo. Es la suspensión drástica de la ciudadanía y la capacidad del Estado y la sociedad de regularse mediante principios éticos para circunscribir todas los asuntos morales y políticos a una cuestión de recursos inspirada en la equívoca ideología que se oculta bajo la máscara de teoría científica. El Estado mínimo y la democracia limitada son los instrumentos para evitar cualquier tipo de redistribución de la riqueza y empobrecer a amplias capas de la población. En este caldo de cultivo, la derecha en nuestro país se ha dedicado a aplicar su programa máximo en una agresión sin precedentes a los derechos sociales y cívicos y a las libertades públicas. La injusticia necesita negar la voz de las víctimas.


La ambiciosa ceguera de las minorías organizadas y la oligarquización de los partidos reducen la acción política, o más bien su ausencia, a una mera lucha por el poder, un poder limitado a la estrecha holgura que deja un régimen donde los intereses de las élites económicas y financieras marcan las reglas del juego. La abolición de la política y la suspensión ética en la vida pública conduce a una situación donde el drama humano, la injusticia, la pérdida de la libertad acaba siendo un atrezzo cotidiano. Todo gesto vital, dice Ortega, o es un gesto de dominio, o un gesto de servidumbre. Tertium non datur. Conceptuar es el gesto. Por este motivo, habría que plantearse qué decimos cuando hablamos de mercados, productividad, economía, globalidad o tecnología. Mussolini recurrió al escritor Gentile para que vertebrara conceptualmente el régimen fascista y lo hizo descartando el principio fundamental de todo idealismo, a saber, que existe un antagonismo y una tensión entre la verdad y el hecho, es decir entre la realidad y la adjetivación de esa realidad, la verdad apropiada con su nominación.


La vida pública desde la Transición en España no ha sido otra cosa sino la historia de una desconfianza. Desconfianza con la que se consagraron los instrumentos de participación ciudadana, como los referendos o la iniciativa legislativa popular y que es un reflejo de este modelo de democracia de baja intensidad; que concentró en las cúpulas de los partidos los resortes sobre el acceso, ascenso y exclusión de la política, haciendo de las organizaciones entes cerrados al objeto de que se mantuvieran dentro del sistema; que impidió una verdadera ruptura con las élites económico-financieras del franquismo mediante un pacto que consolidara una democracia débil donde el poder del dinero prevaleciera sobre el político. Desconfianza que ha producido el paulatino descrédito de la actividad pública y partidaria y el alejamiento entre el sistema y los ciudadanos al igual que aquella inmensa suspicacia que llevó a Felipe II a simular ser un cadáver y encerrarse en la tumba del Escorial negando y negándose la percepción de la realidad.


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