¿Una revolución espontánea?

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Cosme Modolell

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Vivimos estos días unas acciones en nuestras calles que en en vedad les digo, uno pensaba que ya nunca vería otra vez, después que en 1978 los españoles nos dotamos de una Constitución democrática, nuestro estado fue reconocido internacionalmente como estado de derecho y a todos los niveles hemos sido considerados como una de las diez democracias más efectivas de todo el orbe planetario. Pensé en 1978 y sigo pensando ahora, que, en nuestro país los conflictos se resuelven dialogando, negociando y pactando, a través de los especiales cauces democráticos habilitados a tal efecto y que las manifestaciones, más o menos violentas, eran cosa del pasado cuando desde la autocracia se ejercía el poder de forma despótica y violenta y donde se requería una respuesta de la misma dimensión cuando se pretendía obtener justicia.

Veo estos días lo equivocado que estaba, cuando algunos de mis conciudadanos, especialmente un sector fácilmente manipulable como son los jóvenes, se han lanzado a las calles de nuestras ciudades con un vandalismo totalmente desmedido en defensa de concepto Libertad de expresión, situando en su frontispicio a un impresentable como Pablo Hasel.

En los medios intentan justificar la actitud de estos jóvenes, hablando de la precariedad laboral, de la carestía de vida, sobre todo en el sector inmobiliario que no permite que los jóvenes con unos sueldo casi de miseria, puedan ni tan siquiera sobrevivir y nos venden la movida como una verdadera revolución totalmente espontanea, cuando si tan solo pensamos un poco, nos daremos cuenta que quien realmente puede salir beneficiado de la situación es el sector de la derecha más reaccionaria, responsable en gran parte de los bajos salarios y de la precariedad laboral, así como del desmesurado precio de los alquileres y compra de viviendas, políticas claramente neoliberales implantadas durante los mandatos de Aznar y Rajoy, del Partido Popular, hoy en la picota por los incontables casos de corrupción.

El gobierno progresista de coalición que preside Pedro Sánchez tan solo lleva un año en la Moncloa, y en este corto período de tiempo ha sido capaz, aun estando en franca minoría parlamentaria, de aprobar unos Presupuestos Generales del Estado, por amplia mayoría, importantes leyes como la de la Eutanasia y la de los derechos de los homosexuales, e incluso levantar el boicot del Partido Popular a negociar la renovación del Consejo de RTVE que llevaba más de 15 años ejerciendo, y todo ello mientras ejerce una política de clara apuesta por las cuestiones sociales, que nos está permitiendo sobrellevar la crisis económica derivada de la Covid-19 sin recorte social alguno, sino más bien todo lo contrario, a diferencia de los sucedido hace pocos años en la crisis financiera del 2018.

Y yo me pregunto: ¿Dónde estaban estos adalides de la libertad de expresión cuando en gobierno de Rajoy, se instauró la ley mordaza que coartaba totalmente el derecho de manifestación? ¿Por qué cuando se recortaron sueldos y pensiones nadie salió a la calle ni violenta ni pacíficamente a protestar por ello? ¿Por qué los medios no se atrevieron a criticar el rescate a la banca española que nos procuró un aumento de la deuda pública en más de 68.000 millones de euros? Y ¿Por qué es ahora, con un gobierno de talante progresista, que está procurando capear el temporal sin recortes y restaurando los servicios públicos que otros se dedicaron a desmontar, salen en tromba cual tornado exigiendo más y más, unos cuantos iluminados a los que los medios justifican?

Intentando encontrar respuestas a todas estas cuestiones, pienso que atino cuando digo que quien pretende salir beneficiado de todo esto, es la derecha y la extrema derecha, que dentro de poco, verán Vds., como se presentan como adalides de la ley y el orden y como los únicos capaces de acabar con el caos; bien de hecho ya lo están haciendo cuando en una sesión de control al gobierno Santiago Abascal líder de la extrema derecha acusó a Pedro Sánchez y Pablo Iglesias de ser los responsables de la violencia en las calles. Por otro lado escuchando las opiniones de jóvenes participantes en estas manifestaciones que algún medio de comunicación ha pulsado estos días, no tengo duda ninguna sobre la infiltración de elementos muy poco recomendables en los sindicatos de estudiantes u organizaciones de carácter independentista radical en Cataluña, convocantes de las protestas, perfectamente entrenados en el tema de guerrilla urbana, con la intención de causar un absoluto desorden en las principales ciudades del país, con el fin de desestabilizar el gobierno progresista.

Por todo lo dicho concluyo que esta cutre revolución de unos aprendices de revolucionarios, generalmente muchos de ellos habitantes de los barrios altos de las ciudades, estos anarquistas de bolsillo bien repleto no tienen futuro ninguno y que espero no vayan a convencer a la mayoría de la opinión pública de volver al gran error de poner a la derecha a gobernar el país.

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