Infante: Memoria viva andalusí

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Blas infante

“Andalucía es soberana y autónoma; se organiza en una democracia republicana representativa, y no recibe su poder de ninguna autoridad exterior”. Constitución Andaluza. Artículo 1º. 1883.

Telescopios vislumbran los confines del universo, pero nadie sabe donde se hallan los huesos del padre de la Patria Andaluza. Se han constatado bosones, partículas mucho menores que el átomo, mas nadie dice saber nada de sus martirizados restos, los de un ser humano. Hay medios económicos para monumentos en su honor, para diseccionar su pensamiento vivo como un objeto de museo, para mil fastos… y sus huesos para muchas autoridades valen menos que el alimento de los perros: sus falsos seguidores que manosean su recuerdo para medrar, desleales a los andaluces que dicen defender.


Bajo el sudario blanco de la luna llena, aquella noche, viste el macilento rostro de las otras víctimas, empujadas a la cuneta del calvario. Blas, junto con Fermín, José y Manuel, en saca de a cuatro. Cuando la ineluctable ejecución de los sicarios se acerca, inminente, atrás quedan rivalidades ideológicas, traiciones, vanos afanes egoístas, la miseria colonial. Al cesar el traqueteo del camión la tierra nos ha de igualar a todos. Los ojos indiferentes del carnicero verdugo no escaparán tampoco de la gélida Guadaña.


La brisa de aquella madrugada del 11 de agosto de 1936 en Sevilla casi hace olvidar el abrasador sol del mediodía. Ahora lo deseas, sabes que no habrá un mañana. Piensas en tus niños, en tu esposa, a los que ya no besarás. En parientes, vecinos, amigos… jamás volverás a verlos. Tu garganta está seca…. ¡importa el agua tan poco! Los segundos se estiran lentos, muy lentos, ante la cercanía del último aliento.


Los corderos en el matadero aguardan el plomo frío en una cuneta, en el kilómetro cuatro de la carretera de Carmona. Y ves caer a tus compañeros abatidos, con gestos y miedo infantiles, con inocencia infinita se desploman. A ti te dejan el último. Te ven bien vestido, con oficial formalidad, y los sádicos te reservan para el final. Ya está, los otros han caído. Gritas viva Andalucía libre mientras recargan los fusiles, y vuelves a soñar en la libertad mientras las balas desgarran tu carne, hiriéndote de muerte.


Y al agonizar acariciado por el relente de la noche, sonríes por tu postrer victoria, sin que los triperos sanguinarios lo entiendan. Si nadie te da sepultura tu espíritu recorrerá las montañas, los ríos y las orillas del mar de todos los Países de tu al-Andalusía, la del fondo de tu pecho eternamente libre, Ahmed Infante. Y serás raíz aérea, torcaz del alma que surca los cielos de la Patria. Sobrevolarás Murcia, Hellín, la Sierra de Alcaraz, el Valle de Alcudia, Almadén, Extremadura, Algarve, Tánger, Tetuán, Nador, Orán… y no olvidas a nuestros hermanos del exilio en Túnez, Catalunya, Abya Yala y tantos lugares de la Madre Tierra que no se pueden contar. Entonces reposas, tan solo un instante, en la Isla de Alborán justo antes del alba. Para cada día reanudar tu periplo errante. Fénix invicto. Fecunda Luz alada. 

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