El gran debato, confrontación o cooperación

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Cosme Modolell

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Vivimos una época de grandes cambios, casi con total seguridad, en los próximos 20 años, nada de lo que hoy nos parece cotidiano va a tener sentido y unas nuevas formas y costumbres van a regir nuestros destinos. Hoy la humanidad se debate entre dos grandes líneas a seguir y del resultado de este debate, dependerá si persistimos en la ancestral condición de la explotación de los más fuertes sobre los más débiles, o estrenamos unas nuevas maneras, basadas en la cooperación entre unos y otros con el fin de prosperar y tener mejor calidad de vida el conjunto social sin que nadie se queda atrás, ni el beneficio de unos se haga costa de la pobreza de otros muchos.

A primeros del pasado siglo XX poco después que el proletariado empezara a tomar consciencia de clase, sucedió que las grandes élites vieron peligrar sus privilegios si los proletarios conseguían unirse e imponer su mayoría, accediendo a los gobiernos de las incipientes democracias y frente unos imperios que se desmoronaban por momentos. A los poderosos de 1914 necesitaban de un potente objetivo que mantuviera las masas bajo su control y cual mejor que una confrontación entre naciones que además de perpetuar la división social, hiciera olvidar a los trabajadores su incipiente conciencia de clase que tanto preocupaba a los más poderosos,

Francia y Alemania, se disputaban el liderazgo de una nueva Europa que caminaba ya por aquel entonces hacia un sistema de colaboración entre países, dotándose de una fuerza capaz de disolver los antiguos imperios que hasta entonces les habían regido. Se necesitaba romper esta dinámica, pues si el proletariado se consagraba como fuerza hegemónica en el viejo continente los días de la élites dirigiendo los destinos del mundo estaban más que contados. Es pues bajo esta premisa que se monta una gran confrontación entre Francia y Alemania, estimulando los sentimientos patrioteristas. Mentes preclaras de la época, como el socialista Jean Jaurés, se dieron cuenta del percal e intentaron por todos los medios mantener la conciencia de clase entre los trabajadores y situarla por encima de los sentimientos patrios, aunque con poco éxito a decir verdad, porqué, Jean Jaurés, caía asesinado en las calles de París, en manos de un nacionalista fanático, poco antes de que la primera guerra mundial empezará su carnicería.

La aparición del fascismo y el nazismo remató la faena empezada en 2014 y a finales de los años 30 desataron la segunda parte de esta gran conflagración, los horrores de la cual aun permanecen en nuestra memoria colectiva.

Los horrores vividos hizo comprender a las grande élites el error de buscar la confrontación en lugar de la cooperación y empezando por los Estados Unidos con el New Deal y terminando en Europa con la idea de la UE se puso sobre el tapete, el gran valor de la cooperación.

Hoy estamos de nuevo en una época de grandes cambios, en nuestros días dirimimos como va a ser nuestro futuro en una sociedad técnicamente muy avanzada y capaz de proporcionarnos bienestar como nunca conocieron nuestros ancestros. El tema está sin embargo en que algunos egoístas no están dispuestos a ceder ni ápice de sus privilegios y aprovechando que las generaciones actuales no vivieron los horrores de las dos confrontaciones mundiales, luchan hasta la extenuación en favor de la desigualdad social y el seguir explotando a las mayorías, del mismo modo que sus ancestros en 1914 lo hacían en base al peor engaño que nunca ha concebido ser humano alguno como es, consagrar el llamado patriotismo a la categoría de gran valor social y situando como enemigo a batir a todo aquel que no piensa como ellos dicta. Ven Vds. como ejemplo las políticas llevadas a cabo por Donald Trump en sus 4 años de gobierno en USA , y toda la violencia que escondía detrás de su “América First”. Sus aventajados discípulos aún hoy en el poder, como Bolsonaro en Brasil, Isabel Diaz Ayuso en la Comunidad de Madrid, o Carles Puigdemont y JxCAT, en Cataluña, siguen a pies juntillas sus mismas técnicas y creando división en sus respectivas sociedades con el fin de mantener a sus súbditos, en el bajo nivel que les permita seguir disfrutando del poder sin que nadie se lo dispute.

Justo en el lado contrario se encuentran los que predican la necesidad del dialogo y la cooperación humana para seguir por la senda del progreso transformando todo aquello que ha sido injusto en la sociedad del siglo XX, para superar el arreglo de conflictos mediante la confrontación pura y dura, para hacerlo a través del diálogo la negociación y el pacto, Son los descendientes de los Jean Jaurés de principios del siglo XX, y que intentan sin descanso que el gran valor de la solidaridad universal sea situado en el frontispicio del nuevo edificio social que estamos creando en este siglo XXI. Confiemos en que nadie acabe con ellos y se imponga la razón sobre la barbarie. Es la única esperanza que nos queda, pues todo el mundo es capaz de intuir que un gran conflicto del estilo de los que ya hubo, podría comportar o bien la desaparición del género humano del la faz del planeta o cuando menos un retroceso de varios siglos en la condición social.

Por favor no juguemos con fuego, despreciemos a todos los que predican cualquier tipo de confrontación y apoyemos sin fisuras a todos aquellos que pretenden la confraternidad universal del género humano

¡Asalariados! Tomemos de nuevo consciencia de clase y defendamos nuestros intereses colectivos frente al individualismo disgregador que predican desde la derecha, antepongamos a toda acción nuestros sagrados principios humanistas de la Libertad, Igualdad y Solidaridad como los grandes valores que han de regir la nueva sociedad del siglo XXI.

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