Los catalanes de hoy ya no son como los de antes

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Cosme Modolell

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Dicen los verdaderos historiadores, no los “pseudos” del ICH que capitanea Jordi Bilbeny, que el día 12 de septiembre de 1714 los comerciantes de Barcelona abrieron sus tiendas y comercios, y los artesanos sus talleres en una ciudad casi en ruinas y mientras el enterrador seguía su lúgubre y abrumador trabajo en el Fossar de les Moreres, donde no se entierra a ningún traidor. En un claro intento de regresar lo más pronto posible a una normalidad que les permitiera recuperarse de las graves consecuencias de una guerra tan larga y devastadora como fue la de sucesión.

Nacionalistas y no nacionalistas catalanes han reconocido de siempre este hecho como una demostración del carácter práctico de los emprendedores catalanes y de su gran capacidad de adaptación a las distintas circunstancias de la vida para seguir construyendo país y dotándolo de prosperidad.

En pleno siglo XIX, con la revolución industrial en marcha, Cataluña fue el primer lugar de España donde la industria en general y en particular el sector textil, alcanzó unos grandes hitos de carácter mundial en cuanto a calidad de producto y capacidad de producción.

Todo cambió, sin embargo, a partir de 1914, cuando la clase empresarial catalana no supo distribuir adecuadamente el beneficio extraordinario consecuencia del parón industrial en el resto de Europa por la I Guerra Mundial, no re invirtiendo, para mejorar y aumentar la productividad de sus fábricas además de mantener en régimen de semi esclavitud a una clase obrera que ya empezaba a organizarse en reivindicación de sus derechos sociales.

Con la dictadura franquista, controladas y reprimidas las reivindicaciones de la clase obrera, volvió a brillar el genio emprendedor catalán, situando a la industria textil en unos niveles de calidad totalmente homologables con el resto de Europa. Aunque al no haber tenido acceso a los recursos que proporcionó el Plan Marshall, la industria española en general y la catalana en particular se quedó atrasada con respecto a la del resto de Europa y su capacidad de producción, por las limitaciones de mercado que el bloqueo internacional, primero y más tarde la falta de competitividad obstaculizaban.

Ya en democracia y con la entrada de España en el Mercado Común Europeo, la reconversión industrial se hizo imprescindible, cuestión a mi entender muy mal planteada por los dirigentes españoles de entonces que aceptaron basar la economía en algo tan inestable como el turismo, desmantelando totalmente las inversiones industriales, vendiendo las más rentables al capital extranjero. Ello comportó sin duda ninguna el aniquilamiento de la clase emprendedora en Cataluña, cuando estos decidieron que les salía mucho más rentable cerrar su fábrica, vender el terreno, recalificado en urbanizable y dedicar el capital obtenido a la especulación pura y dura.

Hoy las circunstancias mundiales han cambiado muchísimo y en todo el orbe planetario, se admite que la especulación no produce riqueza real ninguna, si no solo enormes beneficios a unos pocos, consecuencia de esta premisa, en la UE se ha adoptado la creación de un nuevo Plan Marshall, con el fin de afrontar los grandes retos globales como el cambio climático y el cambio de modelo económico volviendo al patrón de productividad apartándose de la especulación pura y dura. A España, le van a corresponder 140.000 millones de euros, la mitad de ellos a fondo perdido de este suculento pastel, aunque si lo pensamos un poco ello nos pilla sin clase empresarial alguna de carácter nacional que pueda asumir con responsabilidad la buena administración y rendimiento de estos caudales públicos.

Leo estos días que el gobierno en funciones de la Generalitat de Cataluña se niega a responder o mejor dicho “elude responder” a la pregunta de la diputada Beatriz Silva, referente al origen de los 400.000 euros que este organismo pagó al millonario Jaume Roures por la compra de 8 documentales de carácter independentista y sobre los que se rumorea salieron de los fondos que deberían haber sido destinados a la lucha contra el Covid-19. Si no son capaces de responder a esta simple cuestión, ¿Creen Vds que se les puede confiar la parte que les corresponda de los 140.000 millones de Euros de los fondos europeos? Por lo demás ¿Se puede confiar en unos ciudadanos, que siguen apostando elección tras elección por un gobierno independentista que fracasa hasta el punto de que dos meses y medio después de las elecciones solo han conseguido un gobierno tan frágil al que los expertos le auguran una muy corta duración

También en Madrid, existen dudas y sospechas sobre la adecuada administración de los más de mil millones de euros que el Gobierno central donó al gobierno que preside la ínclita Diaz Ayuso para la lucha contra el Covid 19 ¿Piensan Vds, que son merecedores de confianza para administrar fondos europeos destinados a cambiar las bases de nuestro sistema económico?

Podríamos seguir repasando los distintos gobiernos autonómicos, aunque la cuestión principal está en si el Gobierno central, máximo responsable ante la UE de la administración de estos fondos, va a establecer un riguroso sistema de control que no permita se desvíe ni un solo euro de la finalidad a la que deba ser destinado, dado que no se puede confiar en buena parte de las administraciones autonómicas y que tampoco existe en España una clase empresarial merecedora de este título, mayoritaria en nuestro país.

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