Tomar el poder real, el objetivo revolucionario

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El gran objetivo de todas la revoluciones de la historia, ha sido la toma del poder por parte de la clase social que la ha promovido, así en la revolución francesa, las clases de la media y baja burguesía, tomaron el poder real, arrebatándoselo a la aristocracia y a su principal representante la monarquía. El 1917 en octubre pasado hizo cien años, las clases bajas y trabajadoras en Rusia hicieron lo mismo, arrebatando el poder a una aristocracia que gobernaba el país con mano de hierro, amparada en el poder omnipotente del Zar.


En España, en 1868, la burguesía junto con el estamento militar, vieron en la democracia la única manera de salir de una crisis, parecida a la actual, económica y política a la vez y montaron la revolución que vino a llamarse la Gloriosa, que acabó con el destronamiento de Isabel II, el breve reinado de una monarquía constitucional, en la persona de Amadeo de Saboya, y después de su fracaso con la más breve incluso I República Española, en sus primeros tiempo de corte federal y en su final unitaria.


Mas recientemente en la década de los 30 del pasado siglo XX, en España, el movimiento de corte anarquista intenta la toma del poder y de hecho lo consigue en ciertos puntos de España, como Cataluña, Asturias y Andalucía, sin embargo el golpe del General Franco y la posterior guerra civil mandan al traste este último gran movimiento revolucionario en nuestro país.


Observen que todos ellos tienen un punto en común y que es la toma del poder por parte de un grupo social determinado, arrebatándoselo a otro que lo ha venido ostentando durante un tiempo, de forma violenta. Observen también que en todos ellos, el símbolo del poder han sido las instituciones de gobierno y del estado en sí y es contra ellos donde se han dirigido los ataques. Quizás debemos exceptuar, la revolución anarquista del año 36, que además de las instituciones del gobierno y del estado, dirigen sus iras contra los empresarios y estamento religioso, considerándolos como ostentadores de un poder real capaz de influir decisivamente en el gobierno.


Hoy en el siglo XXI, cuando el sistema capitalista da claras señales de agotamiento en buena parte del planeta y al igual que el comunismo ruso colapsó en 1991, al no haber dejado durante años, resquicio alguno para su renovación; el sistema capitalista puede colapsar si sigue empeñado en desatender las demandas que la ciudadanía le hace llegar en forma de protestas que se dedica a reprimir y demuestra claramente que está dispuesto a perpetuarse en base a la desigualdad social y la represión de la protesta del más débil que lleva como consecuencia.


Es hora ya que los ciudadanos del siglo XXI, empecemos a plantearnos la necesidad de una nueva revolución que venga a empujar de nuevo el mundo hacia el progreso. Es hora que las clases más desfavorecidas de la sociedad, busquen de nuevo la toma del poder, salvando este obstáculo llamado capitalismo que se niega a renunciar a la desigualdad e injusticia social. Sin embargo para que una nueva revolución pueda resultar exitosa en pleno siglo XXI, debemos mentalizarnos de dos cosas, la primera renunciar a la violencia que ha sido sacralizada en todas las revoluciones desde hace 100 años, y la segunda, localizar donde está el poder real, para no dar golpes en vano que se pierdan en el aire.


Los anarquistas de 1936, tenían claro que el poder se concentraba principalmente en tres lugares, la clase empresarial, el gobierno y la iglesia, sin embargo en estos tiempos actuales, nos encontramos que la iglesia ya no tiene la influencia que antes tenía en la sociedad, el gobierno está supeditado al poder financiero y por otro lado que el capitalismo ha sido capaz de camuflarse de tal manera que la antigua clase empresarial, hoy resulta que no es poseedora de casi nada al estar endeudada hasta las cejas, situación que la equipara en problemas con la clase asalariada. Podríamos pensar que son los bancos o demás entidades financieras al ser los tenedores de las deudas de los ciudadanos, quienes son depositarios del poder real, pero entonces resulta que el banco en si es un ente totalmente despersonalizado, con una propiedad atomizada, en millones de pequeños accionistas, que además van cambiando de un día para otro, al intentar obtener beneficios de su inversión comprando y vendiendo acciones que no con el rendimiento de la entidad. ¿A quién deberían guillotinar pues los revolucionarios del siglo XXI?


Creo que la revolución de hoy debe usar nuevas estrategias adecuadas a la nueva realidad, en lugar de enfrentarse físicamente a un enemigo que no conocemos físicamente ni sabemos dónde está, deberíamos intentar el control de los medios productivos y financieros, no en base a expropiaciones ni asaltos, si no fomentando en crecimiento de la economía social para convertirla en el más serio competidor del capitalismo explotador, por ejemplo.


Sé que alguno me acusará de simplismo, sin embargo mi intención no es ofrecer aquí soluciones concretas, si no crear el clima necesario para que desde las bases ciudadanas se empiece a pensar en la necesidad de dar un giro radical a nuestro mundo si queremos que la justicia social y el progreso vuelva a imperar en el planeta tierra, y que las futuras generaciones no se vean obligadas a vivir como esclavos.

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